No tenía ni un solo grano de arena pero la considerábamos
nuestra playa, y al cuida vidas le decíamos playero. Aquella simple planchada
de hormigón construida hace mas de sesenta años a orillas del Cuareim, aún hoy ostenta la pomposa denominación
oficial de Balneario Municipal. Cada 8 de diciembre el cura Párroco concurría a
bendecir las aguas y quedaba inaugurada la temporada que se extendía hasta
marzo. Se demarcaba con una línea de boyas el espacio autorizado y vigilado que
arrancaba a media mañana hasta el atardecer.
En ocasiones de amarraba una balsa de madera justo en el
medio de la parte más ancha y profunda, pretendía ser una especie de garita de
salvamento flotante, exclusiva para los funcionarios, pero siempre que estaba
libre era nuestra meta preferida.
Se contaba con instructores para natación, servicio de cantina, una
casillita que oficiaba de vestuario y contra la barranca desde donde se ha
tomado esta foto, había una cancha de voleibol a nivel del río, único lugar
donde había un poco de arena cubriendo el piso de juego.
Ésta era transportada de otros puntos mas lejanos porque en la zona de nuestra playa el lecho era del mas puro basalto. (Al final de cada jornada todos tenían algún corte en los pies, salvo aquellos más prevenidos que se bañaban protegidos por cholitas que fueron de las protecciones preferidas.
Ésta era transportada de otros puntos mas lejanos porque en la zona de nuestra playa el lecho era del mas puro basalto. (Al final de cada jornada todos tenían algún corte en los pies, salvo aquellos más prevenidos que se bañaban protegidos por cholitas que fueron de las protecciones preferidas.
Las personas concurrían vestidos de cabeza a los pies pues
nadie andaba de shorts por las calles - mucho menos las mujeres - y allí sobre
el piso de hormigón, se formaba una fila
de montoncitos de ropa, incluyendo zapatos y calcetines. Luego de la farra
debíamos quedarnos un buen rato de plantón, sacudiéndonos para secar el traje
de baño antes de volver porque los tejidos de entonces demoraban en hacerlo y
prácticamente no se utilizaba los dos únicos vestuarios, uno por sexo.
Nos pasábamos tres meses al año frecuentando nuestra playa,
compartiendo con amigos, disfrutando de la tranquila vida de hace medio siglo.
Y allí sigue, solitaria y llena de sol, recostada en el Cuareim, invitándonos.
JSDC
JSDC
Foto: Camilo dos Santos
Foto: José Botto
Foto: Herón Ferreira da Silva
Foto: Carlos Tuño Jacques - Octubre de 2016
Foto: José Eduardo Paz una tarde de otoño con el Cuareim algo crecido.
LA PLAYA EN INVIERNO
Foto: Carlos Tuño Jacques - Octubre de 2016
Foto: José Eduardo Paz una tarde de otoño con el Cuareim algo crecido.
LA PLAYA EN INVIERNO







