Esta es la piragua Ariraña construida por Jorge Terra, en ella navegamos durante tres días por las aguas del Río Cuareim en un maravilloso paseo que titulamos Expedición Ariraña.
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En todo su transcurso nuestro río alterna amplias y extensas lagunas con estrechos de poca profundidad con piedras a flor de agua y fuerte corriente. La única manera de avanzar sin salirse del agua es bajarse y cinchar la canoa. Jorge me fotografió en esa tarea. Sorteado el obstáculo, continuamos el viaje. - JSDC
Navegábamos por una tranquila laguna cuando la vimos desde lejos. Sin decir palabra nos dirigimos hacia la orilla uruguaya y a medida que nos acercábamos no salíamos del asombro. Entre tantos y variados tipos de costa fluvial que habíamos dejado atrás, con altos barrancos, acantilados, rocas basálticas, cantos rodados o monte nativo, ante nuestros ojos había surgido de la nada aquella hermosa playa de arenas doradas.
Por supuesto que atracamos y descendimos para gozar de aquella maravilla. Nos regalamos unas brevísimas vacaciones en aquel lindo sitio, lo recorrimos caminando descalzos y nos sentamos a picar y beber. Luego debimos hacer un gran esfuerzo para vencer la tentación de acampar y quedarnos por allí mismo. Finalmente, con cierta pena, volvimos a la canoa y continuamos la travesía trayéndonos esta imagen como recuerdo. Allá al fondo, a más de cien metros, estoy posando junto a nuestra Ariranha. - JSDC
RINCÓN DEL PINTADO
Registré esta imagen desde mi puesto en la proa de la canoa,
remando río arriba junto a mi amigo Jorge Terra. En una curva, levantamos los
remos por unos minutos y nos detuvimos para apreciar la belleza del entorno.
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ARENEROS EN LA ESTIBA.
Aquí ya veníamos de regreso, la orilla brasileña con altos
barrancos a pique sobre el lado más profundo del río está a la derecha de la
foto.
Allá al fondo, en territorio uruguayo, en un recodo del
curso hay un área despejadaa donde trabajan los areneros y dejan los montículos
ordenados e identificados a la espera de la llegada de camiones o carros para
transportar la carga. Una escalera sinuosa tallada en la tierra colorada sube
hasta un refugio en lo mas alto del barranco. Allí trabaja el vigía y sereno,
su posición es privilegiada, puede controlar todo movimiento en ambas
direcciones. El primer día lo descubrimos desde lejos debido a la columna de
humo que echaba su fogón. Cuando observábamos el lugar nos silbó y nos hizo
señas invitándonos a subir. Nos recibió en su atalaya, compartimos varios
minutos, nos invitó a probar su almuerzo; nos indicó características del lugar
y aconsejó siguiéramos río arriba por el lado brasileño pues nuestro lado es
muy playo y la canoa podría dañarse en las piedras.
El lugar es de una belleza deslumbrante y al regreso lo
disfrutamos de mejor manera pues el esfuerzo en la remada era mínimo, a veces
panza arriba como dos buenos turistas nos dejamos llevar por la suave
corriente. - JSDC
EL ESTREITINHO
Entre dos enormes lagunones hay una especie de cuello
de botella en el curso del Cuareim con rápidos crispados de piedras que
asoman en la superficie donde el agua corre con bastante fuerza. Nos
detuvimos y estudiamos el panorama, resultando imposible avanzar por las
aguas. Y como por nuestra orilla la vegetación es muy densa, decidimos
pasar a la otra orilla, seguir con prudencia al lado de un alto paredón
de rocas, en aguas muy profundas y calmas.
Planificamos el siguiente paso desde nuestra alta barranca de arena,
nos acomodamos en la canoa y avanzamos con cautela hacia el murallón que
vemos en la foto. En su base el agua es oscura y no se toca fondo, lo cruzamos lentamente y desembarcamos en una playita minúscula de arena escondida entre ramas bajas. Sacamos la canoa del agua, descargamos todo nuestro equipo y la transportamos por territorio brasileño hasta el otro lado del estrecho de aguas rápidas. Luego de volver a cargarla y tomar un resuello, volvimos al agua y a remar río arriba por la siguiente y enorme laguna.
Fue una aventura diferente y trabajosa, quedamos maravillados por la belleza salvaje del lugar, el impresionante acantilado, por aquellas quietas y profundas aguas a escasos metros de los rápidos espumosos y cristalinos.
Lejos de la ciudad y de todo signo de civilización, por momentos callados, en completo silencio, disfrutábamos de los sonidos de la naturaleza, el rumor de las aguas, el canto de los pájaros y esos sonidos extraños que el monte y el campo producen y son indescifrables. - JSDC
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ENCUENTRO EN LA LAGUNA.
Cuando al tercer día regresábamos y llegamos a Estreitinho,
improvisamos nuestra versión propia de navegación de cabotaje. Por la orilla
uruguaya caminando a pie firme sobre una alfombra de pedregullo y el agua por
los tobillos, aseguramos la canoa con cuerdas haciendo mucha fuerza obligados
por la intensa corriente.
En el mismo lugar cuando íbamos río arriba y luego de pasar
al lado brasileño navegando junto al paredón de piedra, habíamos transportado
por tierra a la piragua vacía, ahora la veníamos aguantando con toda su carga
por el lecho angosto y torrentoso, mientras chapoteábamos desde la orilla,
envueltos en las cuerdas, frenando la embarcación, continuando el descenso
lentamente hasta llegar a un remanso.
Luego de sortear los rápidos, un breve descanso para reponer
energías y continuamos el viaje de vuelta, dejándonos llevar por la corriente,
admirando la imponencia de lo altos y negros barrancos de piedra pura que caen
a pique.
Veníamos en silencio, los remos atravesados sobre las
piernas, meciéndonos al capricho del río, tranquilos pero atentos.
El sol caía a pleno y nos refrescábamos mojando los
sombreros y la ropa.
Mientras admirábamos el impresionante caudal de la laguna
enmarcada desde ambos lados por un monte verde, de pronto, para nuestra sorpresa
y alegría avistamos un yacaré lagarteando al sol sobre una roca. Comunicándonos
por señas, nos acercamos cautelosamente, sin hacer el menor ruido disfrutamos
aquellos inolvidables instantes. Nos acercamos a unos cinco metros de la
orilla, la canoa apenas se movía. Logramos apreciar por primera vez en su
propio hábitat, en vivo y en directo, casi al alcance de la mano, tan singular
espectáculo de vida salvaje.
Cuando nos movimos para alcanzar la cámara que estaba
sellada y protegida del agua, el hermoso ejemplar de aproximadamente un metro y
medio de largo, sin asustarse, sin siquiera mirarnos, se lanzó elegantemente al
río, se sumergió un par de metros delante de nuestros ojos, pasando por debajo
de la canoa y desapareció. Nos miramos en silencio, maravillados, al cabo de un
par de minutos, comentamos sobre aquel encuentro maravilloso.
Una experiencia muy rica y emocionante, especialmente porque
fuimos a verlo a un zoológico sino que lo visitamos en su propia casa viviendo
en libertad.
Aquel paseo nos marcó para siempre, durante tres días con
sus noches compartimos con el río, quien nos reveló algunos de sus misterios y
secretos. - JSDC
ACAMPANDO EN LAS BARRANCAS
Durante la “Expedición Ariraña”, el recordado paseo en canoa
por el Cuareim, las jornadas de remo y navegación terminaban alrededor de las
cinco de la tarde. Así disponíamos de tiempo y luz solar suficiente para buscar
un buen lugar y montar el campamento.
Luego de amarrar la embarcación, descargábamos el equipo, armábamos la carpita de dos plazas, el fogón portátil, y aprovechábamos para un buen baño, a vestir ropa seca y colgar la mojada. Las noches eran frescas, luego de la cena, junto al fuego analizábamos y comentábamos los sucesos del día. En los silencios, bajo la movediza luz del fuego escuchábamos el rumor del río, el viento en el follaje y el crepitar de las brasas, y esos sonidos misteriosos del monte.
Luego de amarrar la embarcación, descargábamos el equipo, armábamos la carpita de dos plazas, el fogón portátil, y aprovechábamos para un buen baño, a vestir ropa seca y colgar la mojada. Las noches eran frescas, luego de la cena, junto al fuego analizábamos y comentábamos los sucesos del día. En los silencios, bajo la movediza luz del fuego escuchábamos el rumor del río, el viento en el follaje y el crepitar de las brasas, y esos sonidos misteriosos del monte.
Solamente nuestras voces y alguna sonora carcajada sonaba
ajeno en aquel ambiente.
Cansados, luego de tantas horas de remos y ajetreo, apenas nos acostábamos dormíamos como dos angelitos.
Cansados, luego de tantas horas de remos y ajetreo, apenas nos acostábamos dormíamos como dos angelitos.
Muy temprano, al salir el sol ya nos poníamos en movimiento,
y luego de desayunar, empacar y cargar la nave, ya estábamos prontos para
volver al río.
En la foto que hizo Jorge, luego del desayuno, estoy aún en “pijamas” iniciando los preparativos para levantar campamento y zarpar nuevamente.
En la foto que hizo Jorge, luego del desayuno, estoy aún en “pijamas” iniciando los preparativos para levantar campamento y zarpar nuevamente.
Allá abajo corre el Cuareim, aún se levantan de sus aguas
algunos girones de niebla. JSDC





